viernes, 5 de marzo de 2010

Jugarse.

Hacía viento. Apretaba tanto la taza de café entre sus manos, que sentía los dedos entumecidos; cada tanto la recorría un cosquilleo que nada tenía que ver con el clima, si no que parecía provenir de la velocidad en que jugaban carreras las agujas del reloj de madera colgado en la pared del café. Hacía rato que esperaba, miraba el reloj, tomaba un sorbo de café, jugaba con su pelo, pero no lograba ni por un segundo mantenerse quieta. Como si estar moviéndose fuera el unico indicio de que el tiempo pasaba. Jugaba a moverse, sin que nadie lo notara, un simple gesto aunque fuera imperceptible, aunque fuera mover la mirada, suspirar, mover la taza y robarle un beso amargo. Jugaba a moverse, y a mirar... tenia una mirada como pocas, muy segura, muy fuerte, dulce y clara como ninguna; se divertía clavándole la mirada a la gente, intentando desafiarlos a devolvérsela, y estaba poniendo nervioso al mozo del lugar desde hacía rato... porque habia sido el unico que hasta ahora la miraba sin poder dejar de hacerlo, y ella jugaba a atraparlo en su juego cada vez más, concediéndole cada vez más segundos de ese placer inmenso de mirarla.
Así pasó el tiempo esperado; alguien se detuvo en la puerta del café, la vió... hizo ademán de entrar, buscó su mirada. Pero ella ya no se la regaló, ni se encontraba agitada, ni sus manos estaban entumecidas agarrandose a la poca vida de una taza de café más.

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