miércoles, 23 de junio de 2010

Silabaria.

Es una habitaciòn muy acogedora, llena de tonos pastel, bañada del sol de las cuatro de la tarde, llena de chucherìas para entretenerse mientras espera.
Ella no quiere esperar. Silabaria no quiere estar en esa habitaciòn nunca màs y aùn asi sabe que està condenada eternamente a transitarla, como si fuera parte de la habitaciòn, como los cuadros de la pared.
No le gusta estar ahí, no puede gustarle... estar ahí esperando nada hace que se le achique el corazòn, con esos colores que màs que calmarla y apaciguarla logran llenarla de una sensaciòn de desgaste, vejez, muerte, de espera.
Quiere estar afuera, sentir el viento, el sol... ser libre de esa habitación, ser libre del peso de la espera sobre sus hombros, ser libre de ella misma sintiéndose-permitiéndose ser- un objeto más de esa habitación.
Quiere salir, quiere tardar horas maquillándose para nada, quiere inventarse compromisos, quiere ponerse pulseras y aros, polleras, pantalones de colores y medias rayadas, quiere respirar adivinando el perfume de cada dìa nuevo. Quiere sumergirse entre la gente, sin verlos ni sentirlos. Quiere ir por la calle sonriendo sin motivos, simplemente porque puede. Quiere sentarse en una plaza y dejar pasar el tiempo.
No quiere volver a la habitación, pero vuelve... para sonreírle a ella, vuelve para esperarla y acompañarla, porque cuando termine su espera, todo vuelve a ser feliz y lleno de luz y caluroso, vuelven los colores y las palabras. Ella-su razón de ser- vuelve.
Hasta que ya no vuelve más.

Y ahora Silabaria espera de nuevo. Ahora espera por el reencuentro final, y mientras tanto, y cada vez hasta ese momento, más que nunca... se siente libre. Ya no espera y se aburre, porque tiene muchas cosas por hacer mientras espera... espera y vive. Porque ahora ya no es ella quien espera, ahora se hace esperar.
Y mientras, cumple con su herencia... se pasea por la vida coloreando almas, grita, respira, juega, se ríe, ama, llora.
Y le cuenta los secretos de su mundo a las estrellas, a su cielo. Le escribe canciones, poemas, cuentos a su luna, y ella le regala su luz de sueños, como antes, como siempre. Le canta al sol, a su sol, todas esas letras que le enseñó y le compartió hace tiempo. Porque les gusta ir por la vida desentonando con todo el mundo, afinada con ella para siempre.